25.8.06

Transformar es hacer

Si creímos en la existencia de cosas inmutables, que de ninguna forma podían cambiar, tendremos que claudicar, aceptando la realidad del cambio en toda naturaleza (sea del tipo que sea), en toda actitud y sentimiento. Ello nos hace confiar en que efectivamente todo se puede trastocar mejorándolo… pero también empeorándolo, y que no hay nada incluso más allá de nuestra realidad cósmica, que permanezca inalterable.

Sin ir mas lejos, en tan solo un siglo -el último-, el reparto de poder y espacial de nuestra vieja Europa ha cambiado tanto que los mapas que memorizamos con desenvuelta firmeza en el colegio, ya no sirven; las estructuras y características del espacio, con sus extraños y cambiantes planetas y estrellas, tampoco son hoy iguales, desde que los científicos expulsaron al último de los planetas de una larga lista que todos aprendimos;
el frío impide la conversión de un compuesto característico del tomate y responsable de su sabor dulce y afrutado, así que tan solo con cortarlo de la mata, nos hemos quedado sin tomate, por no enumerar lo que le alteran otros tantos cambios. Y en cuanto a los sentimientos, hablar de ellos respecto al cambio, no tiene final: sin ir más lejos, el mismo sentimiento paterno-filial, puede cambiar miles de veces a lo largo de la vida.

Que existan cosas fijas, a las que podamos aferrarnos, da seguridad y lo contrario nos llena de incertidumbres e inseguridades. En realidad transformar es hacer y también deshacer, para luego rehacer.