10.7.08

Llegó el dios humano a la tierra de las montañas y los ríos; a la tierra del dulce vino y de la fruta dulce.
Él es el origen.
Se sienta y me mira descaradamente al corazón. Saca sus folios escrupulosamente ordenados, sin tachaduras, inmaculados, me mira de nuevo y me templa... Resuena el eco de su voz, y también el de su mirada sobre la sala.

El es pecaminoso, su mirada lo era.
Por mi culpa, por mi culpa...
Lleva diez minutos hablando y no he podido soportar por más tiempo el chasquido de su tenue voz . Me he levantado y me he dirigido con decisión a donde estaba... me he acercado tanto, que los que estaban allí, han debido mover su cabeza hacia arriba para mirarme. Le he tomado del mentón, le he acariciado la rasurada barbilla y le he besado suavemente el labio inferior; suavemente le besé. En la sala ha irrumpido insistente y radical, un descarado silencio. Él ha dicho algunas palabras amables, se ha levantado y me ha seguido al lecho.
A Enoc le nació Irad, y éste engendró a Maviael. Maviael engendró a Matusael, y éste a Lamec.
Lamec tuvo dos mujeres: una llamada Adá y la otra Salá. De Adá nació Jabel, que fue el antepasado de los moradores de tiendas y pastores de ovejas. Su hermano se llamaba Jubal, y fue el antepasado de los que tocan la cítara y la flauta. Por su parte, Selá dio a luz a Tubalcaín, antepasado de los forjadores de toda clase de objetos de bronce y de hierro. Hermana de Tubalcaín fue Noemá...

Si en el origen no se pecó... ¿seguimos en el paraíso?¿o aún no hemos salido del infierno?