Incólume
sin pestañear.
Sentada en la silla
de terciopelo verde:
en la de la paz.
Serena,
con el pelo recogido
sobre las sienes
y envuelto en un hatillo
junto a esencias amargas.
Dormida, callada
... no hay huella
y no hay camino.
Indemne, sentada
sobre el hatillo
de la lana.
Resoplando y gimiendo
está intacta,
a salvo,
al resguardo:
ya las sombras
la acompañan.