28.9.08

Paradoja

He sabido por Julio, (al igual que muchas otras cosas, ya que aprendo siempre con él), de Gonzalo Hidalgo Bayal, y me encuentro por tanto leyendo su Paradoja del interventor con verdadero frenesí, disfrutándolo como un suave, cercano y largo poema.
Solo hay admiraciones y asteriscos que añadir a esta entrada y..., eso, me da envidia, y me gusta.
Como mi naturaleza es de observadora, y pretendo hacerme una buena escritora, he podido anotar alguna de sus estrategias. Veo por ejemplo algo que ya he detectado en otros escritores que arrastran y seducen: veo que se entremezcla dulcemente la hermosa prosa con la duda y prudente reflexión sobre las cosas de la vida cotidiana; pensamientos en los que muchos nos vemos reflejados.
Yo suelo centrarme en los sucesos, enumerándolos de forma apresurada. Hidalgo Bayal, se centra en la palabra, saboreándola, sin desperdiciarla.
Entre el tipo de novela que se lleva ahora, el estilismo y moda, ésta es de las novelas que te hacen parar, retroceder, y desear leer por segunda vez lo ya leído.

Os reescribo (es lo que por el momento puedo hacer), unas líneas de esta novela, para que podáis disfrutarlas:

"Hizo un gesto al camarero para que no retirara la taza de café (la tenía, de hecho, en la mano cuando el viajero abrió la puerta), soltó la botella de agua y se acodó en la barra con síntomas de un cansancio infinito, con el ademán de un abatimiento y un desconsuelo insondables. El café estaba todavía caliente, pero esa temperatura, aun habiendo sido la causa física del trastorno, pertenecía ya a otro mundo y a otra época, porque el sorbo dado antes de perder el tren y el sorbo dado tras haberlo perdido no tenían en común más que la taza, el escenario, la sustancia y el sujeto, pero incluso siendo eso común, era tal el cambio material producido en cada uno de los elementos que todo era ya distinto. ¿No es usted el interventor?, preguntó el viajero al hombre del rincón y, de alguna forma, en ese mismo instante empezó ya el viajero a ser verdaderamente el interventor. El hombre del rincón, que no se había percatado de nada, que seguramente no había advertido la presencia del viajero en momento alguno de la serie, que ignoraba el salto de secuencias que se había producido entre los dos sorbos de café ..."