Ok: "un pueblo es, un pueblo es, un pueblo es", como ya enunciara hace años María Ostiz..., y creo que aquí no es preciso citar el año, pues hablamos entre con-ciudadanos que no es el caso cuando se está en un congreso. Aunque para ser un poco pedante -que no socióloga- diré que el concepto de pueblo es "de más o menos medio siglo" y que la idea que se deriva de ello, resulta también vendible y rentable, más allá de las tradicionales disputas entre ciudades limítrofes a las que solo se da crédito si se consideran leyendas.
Espero equivocarme en eso de que quienes menos admiten las críticas son los críticos; así como quienes peor llevan lo de esperar, son los tardones... pero yo me atrevo a escribir sencilla, llanamente, porque me acepto en mi condición de tardona, con todas las críticas posibles y admitidas. Espero que igualmente quien genera este sencillo comentario -Fernando Castro Flórez- se acepte como crítico, pero sin consecuencias.
Siguiendo la misma lógica, todos los pueblerinos deberían aceptar que lo son, como todos los profesores universitarios, el hecho de que formen parte de la élite de intelectuales. De las cosas antes mencionadas sé un poco y no admito ninguna de ellas. Quizá no entendí la clase de silogismos de Filosofía, o no domino la lógica, o no sé admitir algunas cosas... pero me veo cómodamente neutral en estos planteamientos.
He vivido en muchas partes del mundo e independientemente de lo que haya aprendido de mis viajes, no he visto ciudad más ciudad que una donde pasé mi dulce y lejana adolescencia. Bariloche y Jarmo - ¿O era Carol's?- eran tan KKutres -nunca mejor escrito-, como cualquier otra discoteca de ciudad (más si hablamos de ciertas poblaciones de Madrid), con "sus habituales tipos" tan semejantemente marcados las unas a las otras.
Y un pueblo es más que una discoteca o más que la consabida crítica de pretensión del cotilleo... puesto que en toda organización hay rumores, incluso en las instituciones más prestigiosas y puesto que los rumores son parte de las relaciones interpersonales y quitan y ponen reyes..., es probable que también sean una parte esencial de las universidades y de sus dinámicas de poder. De esto último también sé algo.
El texto al que aludo, realmente me ha conmovido más allá de la exhibidora forma de expresarse del autor -ya que la exhibición siempre es menos jugosa que la seducción que cualquier escritor pudiera ejercer sobre sus lectores. Como lectora, estoy dispuesta a olvidarme de la exhibición ya que leo a este crítico por ser de Plasencia. Compartir "pueblo" da cosas buenas.