Abrirme el corazón con un cuchillo,
echarte dentro y luego recoser
de nuevo el pecho mío y casa tuya
para que, siempre en él y nunca en otro,
lo habitaras como un pájaro blanco
hasta los días de la resurrección y el juicio.
Así, viva tú allí mientras yo viva,
morarías a mi muerte los tejidos
del corazón, ya en la cerrada sombra.
de Fernando Quiñones (2005): Crónica personal. Antología poética, Ed Fundación Manuel Lara
colec. Vandalia maior, p. 177
Sorprendente la cercanía, y rasgadora a la vez