21.2.13

Pesan los recuerdos, los papeles del silencio. Pesa la incorrección mala compañera de viaje siempre aprehendida, en mí prendida: una mesa de despacho y un pupitre. Ser niña, y ser guiada y guía. Las primeras letras se recuerdan tanto como los primeros pasos y sonrisas. La nuesta es la historia de una muerte desde que se nace con vida. El sentimiento del otro, y el deseo de ser querida.  Los papeles del silencio no son tan importantes, o lo son menos que nuestras propias risas. El jadeo, la bienvenida. Es el sufrimiento del deseo, el de la llegada de algo en nuestros días, el de la partida lo que no encajamos adecuadamente, lo que esperamos con un acuse de recibo, que sea inminente, de un momento a otro, mañana, o dentro de tres días. 
No somos islas. No somos paisajes mudos, ni somos tierra partida. No somos espectáculo ni se precisa nada más que el goce porque el sentimiento no se escatima, ni se piensa, ni se medita. Tan solo es una experiencia y como tal se aguarda a que llegue, a que venga, a que no se quede mirando y participe sin estar callado, sin estar inmóvil, sin que se aleje ni se despida. ABPG









Imagen Madalia Maaliki