3.7.06

Tocados en movimiento

Les veía a ambos. Les veía claramente a los dos. A ella, y también a él con su sombrero, ricamente adornado y endorsado, a pesar del rítmico movimiento que le imprimían a la acción.
Esta vez, estaban echados, pero no sobre una cama, era otro tipo de lecho que no acertaba ahora a describir. Ella tenía la corona de brillantes estilo imperio, y el moño hacía el recogido más típico de la época napoleónica. Él sin embargo llevaba el gorro del propio Napoleón. Sí eran ellos, eran Josefina y Bonaparte, el emperador de los franceses y se movían agitadamente. Embelesada los miraba y la verdad, aunque la escena era enormemente divertida, como otras tantas veces, le sorprendía. Por lo visto, durante el tiempo que duró, ni a él se le movió el sombrero ni a ella un pelo del peinado.

Descolgó el teléfono y tecleó las seis cifras del número al tiempo que se oía el soniquete característico, repetido en dos de ellas. Esperó el tono y luego el timbre de llamada por seis veces. Se dijo que a la séptima colgaría, pero entonces, alguien contestó al otro lado. Era ella, que acertó a pronunciar un dejado “síi” –un sí, excesivamente relajado, consideró la otra.
- Hola, soy yo –dijo con optimismo.
- Ahhhh, síiii, sí, eres Ana
- Sí, te llamo para decirte que ha habido cambios en la cena del viernes.
- Ahhh!, siiiíiiii, así, asíí, díiiimmme
Le extrañó aquella contestación tan melosa. Algo pasaba al otro lado del teléfono, porque la voz contestaba con frases, pero no seguía el ritmo habitual de cualquier llamada. Seguía otro ritmo.
- Me ha llamado Gabriela, y dice que no puede hasta el domingo… continuó como si no fuera con ella la cosa.
- huummm, hummm, assshhhs, el domingo, siíiii –dijo agitadamente la napoleónica
- Sí, no… No sé, ¿te molesto en este momento? -dijo por fin ruborizándose.
-síiii, mmmm, ummmm, uúuummm. No –cortando tajante, y cambiando el tono de la conversación.
- Bueno, pues solo era decirte eso, nos vemos entonces!
- Vaaale, adióssss

Al colgar vio como el lecho se desmoronaba y junto a él las revueltas sábanas grisáceas (¿o tal vez eran color crema?), pero el sombrero y el tocado, siguieron sin moverse, hasta que les vio en la cena. Entonces, ya no se mostraron así, ni siquiera para ella.
Su imaginación, creo que podría ser tan extensa como posibilidades había en un baúl lleno de disfraces. A este tipo de alucinación, algunos le llamarán de cierta forma, no se cual; pero realmente ella, al ver esas cosas, simplemente ironizaba la personalidad de sus interlocutores, porque solo ocurría con aquellos a los que apenas estimaba . Unas veces se le mostraban cual Napoleón y Josefina, otras a saber cómo. Había imágenes con tocados de todo tipo; e incluso me contó, que llegó a ver a dos esquimales en el mismo trance. Siempre hacían lo mismo y siempre portaban sombreros o tocados bien ambientados. No ocurría precisamente cuando hablaba por teléfono, sino en todo tipo de situaciones: en el momento en que hablaba o pensaba en alguien. Después, cuando les veía de nuevo, se desvanecían sus sombreros, pero recordaba divertida aquella otra escena. También veía otros accesorios, gestos, imágenes y dichos, de los que apenas me quiso hablar, tan solo confesar que los veía.
- Sí, hasta la cena!. ABPG