23.6.07

Fragmentos. De cómo se asciende en la institución

...Aquel día se celebraba el encuentro académico en el Palacio de Congresos de la ciudad, un lugar muy apropiado dado que en esta ocasión se reunían la flor y nata de la excelencia universitaria: grandes figuras lidiarían primero, acompañados de emeritos dotados de bombín, en lugar de sugerentes ideas y seguidos por una corte de ayudantes acólitos que servían a sus maestros con bufonas respuestas, atendiéndoles hasta en los antojos más nimios.
Como el espacio para aparcar se quedara pequeño para tan altos menesteres, a los dos caraduras se le ocurrió una idea eficaz. Llegaron por tanto a la hora estimada de apertura de las sesiones -pues la inaguración no merecía la pena, ya que no habrían de tener oportunidad de lucirse entre tanto griterío y mucho menos tras anunciar la excelsa conferencia: "la medicina académica en el siglo de las sombras"-. Aparcaron sus flamantes coches junto a la puerta del Palacio...¿quien habría deseado mejor sitio?- se bajaron sacudiéndose un poco la caspa, y de inmediato sacaron los dos letreritos, cada uno el suyo, de "Taxi"; enchufaron al unísono el cable al encendedor, cogieron sus chaquetas, y se incorporaron entre la multitud al inicio de las sesiones.
Poco importaba que uno de los rótulos con la palabra taxi fuera más pequeño que otro, y que sospechosamente tuvieran una letra diferente; poco importaba que bajo la matricula careciesen del indicativo "S.P.", obligado en los taxis, pues éste era un "Servicio Personal";poco importaba que uno de los coches fuera azul, tenía un vistoso distintivo...
El caso es que cuando salieron de las sesiones de la mañana tenían solo para ellos y cada uno de ellos, su taxi disponible, para los dos mejores conferenciantes, cosa que claro, les facilitaría otros tantos progresos futuros si se acompañaba de un delicioso trayecto, por la parte noble de la ciudad camino al restaurante. No importaba que fueran docentes, y que condujesen "un taxi", ya que habían salido sin problemas del atasco que se avecinaba, y por cierto, muy bien acompañados. Solo yo, me di cuenta de la sutil estrategia, ya que había entrado a la vez y claro, desde ese momento empecé a sospechar de ellos.
Todo esto, solo podría ocurrir, en un lugar tan destacado como el de la institución, en pleno Pernambuco.