Jugando a ser otro, a ser quien tu inventas, a ser poderoso, a ser un as, a ser un ser genial, a triunfar, a ser admirado, a ser querido... a ser, en fin, hay quien se queda por el camino.
Es una aficción común a cualquiera de los mortales... solo que no todos lo conseguimos, y en definitiva lo que perseguimos es un afecto especial de los otros.
Entramos a chatear, a buscar otra personalidad, entramos a matar... a veces con balas de verdad.
Luego hay muchas interpretaciones a posteriori de los hechos, que suelen ser sicologistas, o sociológicas... y aunque mis preferencias van por las mencionadas en segundo lugar, he de decir que en el fondo a lo que jugamos es a conseguir un afecto preferente, frente a los hermanos... como cuando lo hacíamos de niños; un afecto del que de mayores nos queremos desprender, sin más.
Viajando, yo juego a ser otra... y al final no soy de allí ni de acá. Siempre guardaré en mi memoria, el olor y el color de Plasencia... pero hoy (he de reconocer), veo a los placentinos distintos, y también a los españoles, y también a los italianos. Y los veo más distintos, cada vez que me posiciono en un lugar diferente, porque mi mente también lo hace, cuando el espacio cambia.
Y por ver, veo a mis compañeros de facultad muy diferentes. Parece como si yo estuviese más cariñosa, y ellos, más reacios al afecto. Algunos lo notan, y me dan de propina dos besos. Pero yo creo que no es afecto lo que muestro, en realidad lo que yo pienso es que..., como los placentinos, son distintos... y yo allí ya me veo distinta también.
¿Será que el espacio europeo y los cambios estratégicos nos han vuelto otros?? ¿O seré yo y mis distintos posicionamientos?
