15.10.07

Por dios!

¿Qué cosas nos preocupan en nuestros días?. Acaba de tirarse o caerse (eso no se sabrá nunca) un tío del balcón del tercero... tampoco se aún si está vivo. ..
El martilleo constante de la bomba de agua del piso, me ha hecho insensibilizarme, taponando por esta noche mis oídos. Es cierto he oído un golpe quizá un poco más fuerte, pero lo he achacado a la tubería. He visto una luz intermitente que se filtraba por mis persianas... y he pensado, ¡qué pesado rapero hace a estas horas jueguitos de luces!. Me he levantado con dificultad del tresillo, en el que ya estaba acomodada con una manta y a punto de dormir, he ido a llevar a mi hijo a su cama (que probablemente ha sentido algún ruido y como un sonámbulo ha ido al salón a acomodarse junto a mí). Le he puesto mi manta, y me he dirijido a mi cama... oía de fondo el murmullo sostenido del vecindario, y eso tampoco me ha parecido extraordinariamente extraño.
Al fin, me he levantado porque el rumor se ha hecho más sórdido aún... eran las vecinas que hablaban de algo en el descansillo de mi piso, parecían haber sido invitadas a pasar a mi casa. Me he puesto la bata y las zapatillas y me he animado a salir. Entonces me han contado la sórdida historia casual o no que acabo de contar yo... ¿Qué nos preocupa a cada uno?
Esta mañana he visto a su mujer caminar apresurada hacia alguna parte. LLevaba un paraguas muy ancho, que iba balanceándose con las ramas de cada uno de los árboles que rozaba en el paseo de la pequeña avenida. LLovía a tontas: cada vez en un sentido, como ocurre en Cádiz. Yo no llevaba paraguas y he metido mi cabeza bajo la capucha de la cazadora. La mujer, esbelta, de larga melena casi rubia, se contoneaba con el eco del paraguas. Salió hablando con la ida del vecindario: esa que te dice hola cuando se va, y adiós cuando viene. Me he fijado en ella también por sus largas piernas, que estaban subidas sobre unos tacones muy altos. LLevaba un vestido muy fino, para un paraguas tan ancho y la ropa interior se intuía exageradamente, justo en el culo. ¿Qué cosas nos preocupan?. Yo iba en busca de un médico que remediase mi dolor de espalda. El día anterior me había caído de la bici, cuando intentaba manejar a un perro inexperto, y pedalear inexpertamente hacia el pinar para pasar la mañana. Pretendía llegar sana y salva al pinar, y sobre todo con el perro. No le he dado pie para que se escapase, ni siquiera le he soltado hasta unos cuantos metros después de pasar la carretera. Cuando me he caído el perro me ha lamido repetidas veces en la mano y mi hijo ha venido más veloz de lo habitual a socorrerme. Al médico no le he encontrado. Por lo visto ahora hay que ir a urgencias, porque las pequeñas clínicas de barrio tienen las consultas colapsadas al menos por una semanas entera. Nadie me ha querido atender si no era pagando. Yo tengo seguro, ¿porqué debo pagar lo que me pagan?. Solo he conseguido una cita para dentro de diez días, que probablemente anularé porque afortunadamente se me habrá pasado el dolor para entonces. Mañana tengo clase que he podido también anular, a través de la única alumna con ficha entregada y número de teléfono legible. Por dios, ya no hace falta sufrir en clase, mientras giro la cabeza o muevo la espalda. ¿Qué cosas nos preocupan a cada uno?.
He de irme a la cama. Mañana tengo que estar a punto para el toque de desayuno, de todos los habitantes menores de once años de esta casa (incluído el perro). Y largarme luego pitando a conseguir otro médico que me recete a algún fisio. Por la tarde coinciden a la misma hora, la entrega del frigorífico más esperado del año (llevo desde agosto con un funcionamiento intermitente de un Ariston comprado made in italy) y la primera reunión del cole con los profes. Por dios, tendré que excusarme ante la profesora-docente, que ya no son más maestros, pues el título se les hace chico. Por dios que poder, tienen los docentes los primeros días de clase. El resto de días lo pierden. Mientras pienso esto, el martilleo de la bomba sigue machaconamente cantando.
¿Qué cosas nos preocuparán a cada uno?. Yo aún no se si ha muerto... y mañana seguro que su hija pasa por encima del charco de sangre.
Me voy a encajar mi costilla en algún hueco de mi cama, esperando no soñar lo que no he visto, ni oir en la voz de otros, lo que yo no he sentido. Soy demasiado impresionable, por dios.