18.12.07

Los alumnos son uno de los públicos más difíciles de contentar...

Terminamos el cuatrimestre esta semana... los principios no fueron fáciles en las optativas pues los alumnos estuvieron un mes paseándose en busca de la asignatura perfecta para aprobar con el mínimo esfuerzo. Unos días tenía tres alumnos y otros 35. La lista de matriculados variaba en internet cada vez que accedía.Hasta que un día en principio dejó de variar y se hizo un lío. Mis alumnos me decían que se habían matriculado solo los que asistían, pero yo veía el doble en las listas. Aseguraban que sus compañeros se habían convertido en tránsfugas, tras jurar que les interesaba el tema de la familia porque veían que exigía mucho para aprobar frente a otras asignaturas. Sus peticiones constantes eran de bajar los presupuestos de evaluación, de hacer trabajos y no hacer otra cosa que no fuera asistir a las clases. Yo les engañé y les atraje a mi terreno. Me costó algún disgustillo pero creo que al final lo logré. De todas formas la docencia en este tipo de asignatura se convierte en un proceso de negociación con el alumnado, algo increíble para un docente al uso.
Hoy que hemos terminado me dicen que me quieren y es lo más gratificante que me ha podido ocurrir en la universidad. Me han pedido con mucho misterio, media hora al final de la clase para hacer algo. Y me lo ha pedido precisamente una persona con la que parecía que había un conflicto en relación a la falta de asistencia de otra. He dicho que sí, y me esperaba algo raro. Algo raro ha sicedido. Han sacado dos bolsas y me han dicho que las abriera. Había pequeños regalos envieltos toscamente. El primero que abrí era un pequeño cenicero de agua; el segundo un bolígrafo que se cuelga (pues todos los días les pedía un bolígrafo para anotar sus aportaciones y esto no era una estrategia, simplemente se me olvida cogerlo); el tercero era un puntero (porque un día les expliqué en una transparencia con uno de sus bolígrafos, como se podía señalar un dato). El puntero llevaba incorporado un mechero aunque ya sabemos que no se fuma en las clases; el último regalo era un portalápices muy infantil y me han pedido que lo ponga en mi despacho y que se pasaran a comprobar si está allí.
Ha sido muy gracioso, sobre todo porque yo tenía un discurso preparado para cada uno de ellos, algo que finalmente no he llegado a pronunciar.
Por último me han dicho que el padre de una de ellas, había hecho pestiños, y que podíamos tomárnolos en el bar con un café. Por cierto estaban buenísimos. He sido la que más he comido.
Insisto: gratificante, significativo y sintiendo no ser políticamente neutral yo esto lo agradezco, porque los alumnos son uno de los públicos que más cuesta contentar. Eso ya lo dijo un periodista desconocido y admirado por mí. Hemos echado fotos en el bar y las colgaré aquí.