6.3.08

LOS HUECOS

El camino hacia "la Mequinesa" que cada día hacíamos para verla en el Hospital, el lunes lo rehicimos del revés: sin conducir, guiados en taxi para honrarla. Solo sentí calma con palabras apaciguadoras o con ese impulso de repartír las flores que nunca deseó para ella, al igual que dijera ya mi abuela. Las flores se mueren...
Esos huecos, nadie los llena... aunque insaciables buscaramos ya en el pasado a personas que hiciesen las veces de madre o de abuela. Los huecos siguen ahí: ni siquiera organizar el espacio los rellena.
En los días en que mi madre estuvo sin saberlo agonizando, sólo la actividad me tranquilizaba, pero ahora parece que ella está suspendida en el espacio y no puedo hacer nada por liberarla de su peso, ni siquiera mi actividad, que también está pendiendo de algún lugar.
Con la muerte de los más queridos, nos acercamos más a la propia, así como a la infancia.... a recuerdos absurdos que por algún motivo se aparecen, te persiguen y retuercen. No se si encontramos más nuestro propio espacio y empezamos a desalojalo; si nos acercamos más a lo que nunca fuimos o a lo que no deseamos ser... Esos huecos se transforman: se juntan y se difuminan ; de forma torpe se entremezclan; te pegan patadas; te hacen respirar el llanto; te hacen pensar lo no pensado, lo que siempre has camuflado; te alejan y te acercan al tiempo de tí.
Tengo los ojos claros como los de mi madre, y la sonrisa torcida. Tengo los dientes que ella me dió y también los que me quiso dar luego, aunque los menos conocidos no reconocieran esos rasgos en mí. Tengo heridas abiertas que no se pueden coser ni con el punto de cruz que Sor Soledad me enseñó a hacer. Tengo los labios de mi padre y otras muchas cosas. Yo lo sé.
Tengo sentimientos encontrados. Esos huecos se transforman: el espacio sigue siendo el mismo pero las miradas y los recuerdos persisten, se repiten, no se desvanecen... ¿NADA ME FALTA?.