A Catulo, le repetiría tantas veces como besos pide él...
“Vivamos, querida Lesbia, y amémonos,
y las habladurías de los viejos puritanos
nos importen todas un bledo.
Los soles pueden salir y ponerse:
nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera vida,
tendremos que dormir una noche sin fin.
¡Dame mil besos, después cien,
luego otros mil, luego otros cien,
después hasta dos mil, después otra vez cien!
Luego, cuando lleguemos a muchos miles,
perderemos la cuenta para ignorarla
y para que ningún malvado pueda dañarnos,
cuando se entere del total de nuestros besos.”